“Caga el cura, caga el Papa, y de cagar nadie se escapa”.

                                                (anónimo escrito en la puerta de un váter)

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En ocasiones me encuentro con  individuos con los que no estoy cómodo, gente que me intimida, personas que, por ser ricas, guapas o famosas , por ser expertos en alguna materia que a mi me puede parecer fascinante, me he sentido inferior, como si ellas por esa cualidad que les he otorgado, esa etiqueta que les he puesto, valiesen más que yo. Entonces mi comunicación con ellas no suele fluir fácilmente, no me noto relajado, me siento tenso, no estoy en un tú a tú con ellos. Ellos, pobres, estoy seguro que la mayoría de las veces no tenían ni idea de los sentimientos que me producían; existe otro tipo de personas a las que sí, a las que veo de lejos su altivez, personas que cuando te hablan parece que te están haciendo un favor, estas me suelen dar lástima, se que en el fondo es su baja autoestima la que les hace comportarse de esa manera. Pero respecto a a las primeras, reconozco que las sensaciones, los sentimientos que me producen son una cosa exclusivamente mía, yo les he subido en el pedestal y depende sólo de mí, y en mi mano está el bajarlos.
Hace tiempo se me ocurrió un truco para quitarme esta sensación tan molesta inmediatamente y me funciona casi siempre a la primera: cuando veo una de estas personas y noto que empiezo a sentirme de esa manera lo que hago es imaginármela sentada en el váter  cagando. Nada hay que iguale más a dos personas que verlas haciendo sus necesidades. No sé si te has dado cuenta pero si observas a un perro cuando caga, este desvía la mirada porque se siente indigno de que le observen en tal actitud. En el momento en el que me la imagino agachada y con los pantalones bajados hasta las rodillas, todo el glamour que le había dado desaparece. Es como si le pasase una varita mágica por encima y la empequeñeciese hasta hacerla diminuta.

Hace ya unos cuantos años, sería la una de la mañana de un día entre semana; acababa de dejar a mi novia de entonces en su casa y conducía velozmente por la ciudad, recuerdo que para llegar de su casa a la mía tenía que dar un rodeo bastante grande. Apenas había tráfico y con las ganas que tenía de llegar a mi casa opté por infringir varias normas de circulación: superaba sobradamente el límite de velocidad, me salté varios semáforos en rojo, hice un giro prohibido entre dos calles principales de la avenida y circulé por dirección contraria unos treinta metros hasta llegar a la calle donde finalmente aparqué el coche. En el momento en que estaba aparcando vi reflejado en el parabrisas del coche las inconfundibles luces azules  y rojas de un coche de policía. Me quedé petrificado. Me habían pillado infraganti. No tenía escapatoria. Tenía que hacer algo. Los agentes salieron del coche, uno de ellos llevando su mano hacia la pistola pensando que quizás fuese un peligroso delincuente , el otro, más confiado, con una libreta en la mano se acercó hacia mí para leerme todas las normas de tráfico que había incumplido, yo, en actitud sumisa lo que les dije fue: señores agentes, tienen ustedes toda la razón , he cometido todas las infracciones de las que me acusan, si quieren aquí tienen toda mi documentación dije poniéndosela en su mano, pero ahora tengo que subir a casa y bajo en 5 minutos. -¿Y eso? -Me preguntó el policía intrigado. – me estoy cagando – respondí yo lo mas seriamente que pude- Se miraron uno a otro sin saber si echarse a reir o que hacer. El agente,  manteniendo el tipo todo lo dignamente que supo, me devolvió la documentación y me dijo: – hala, puede irse. Yo, dándoles las gracias y haciendo que apretaba el culo me metí rápidamente en el portal por si cambiaban de opinión.

Porque, tenlo claro: todo el mundo caga…y yo… también.
MO